lunes, 13 de mayo de 2013

Empleada desde niña



Carmen trabajó como empleada doméstica desde los 8 años. Podría –si hubiese ido a la escuela- escribir un libro para contar todos los episodios de violencia que sufrió. Recuerda que muchas veces tuvo temor en las casas donde trabajaba y se escapó, solo para ser recibida por su madre con sendas palizas. Cuenta que muchas veces su padre la puso a dormir en la calle por no traer dinero a la casa en su tierna adolescencia. Según ella, antes Calderón no era tan peligroso como ahora y “no le pasó nada” mientras recorría el barrio en esas madrugadas espantosas.

Carmen ayudaba a mantener a sus otros hermanos quienes sí iban al colegio.

Cuando tenía 10 años un mal día saltó de un segundo piso para huir del "señor de la casa" que quería violarla. A esa edad ella no sabía que eso era un intento de violación, solo entendía que era algo horrible y malo.

Luego de escapar se sentó a llorar en la calle. Una mujer bondadosa se acercó a preguntarle el por qué de sus lágrimas y luego le convenció de que vaya a trabajar con ella. Así lo hizo hasta cuando tuvo 15 años. Esta señora fue buena con ella y quiso apoyarla para que estudie también. Lamentablemente no pudo hacerlo porque al buscar sus papeles vio que Carmen no había sido inscrita siquiera en el registro civil.

Siempre que escucho sus historias me pregunto cómo alguien con un pasado tan duro puede ser ahora lo que ella es, una madre y abuela amorosa que ha dedicado su vida a luchar por los suyos. La respuesta que ella mismo me da es que gracias a Dios aprendió a perdonar para librarse de tanto resentimiento.

Tengo dolor, rabia y admiración cada que imagino todo lo que "la Carmita" nuestra ha tenido que vivir.