viernes, 13 de marzo de 2015

Del temor al coraje


¿Qué pasó con Pedro, el seguidor de Jesús recordado por haberlo negado tres veces en medio del peligro, para que llegue a ser ese poderoso orador que fundó la Iglesia Cristiana? 

Una lectura de Hechos 2: 14-41 revela a un Pedro lleno de valor que, con voz fuerte, desafió a la multitud de judíos para demostrarles que Jesús, al que ellos habían crucificado, era en realidad el Hijo de Dios. Y además, apoyado en las profecías, también les afirmó que Dios lo había resucitado y enaltecido hasta el puesto de máxima autoridad.

Una vez que terminó su discurso, la audiencia se conmocionó y le preguntó lo que todo orador anhelaría que le pregunten: ¿Qué debemos hacer? Pedro les respondió: arrepiéntanse y bautícense. Registra el texto que se agregaron tres mil personas ese día.

Podríamos afirmar con seguridad que Pedro no asistió a ningún curso de oratoria y, sin embargo, presentó un mensaje poderoso. Captó la atención de sus oyentes, se apoyó en argumentos sólidos, fue enfático y persuasivo y logró una respuesta contundente.
¿Qué pasó?

Pedro tenía algo que decir. Un mensaje ardía en su pecho. Estaba convencido de su verdad y esas palabras le corrían por las venas. Tanto que era capaz de, ahora sí, poner la vida por ellas.